Ustedes ya están acostumbrados a que yo revolotee para la empresa contando hechos divertidos, locos e interesantes sobre España. Siempre estoy dispuesto a todo cuando los jefes me piden hacer una misión de revoloteo. Bueno… casi todo. Para esta misión tuve que tragar saliva. Porque —y esto es un poco vergonzoso para un flamenco volador admitir— tengo miedo a las alturas. Sí, esa es mi excusa para lo que les voy a contar.
Mi reto es superar ese miedo subiendo por un tronco de árbol de 20 metros de altura. Lo hago en Altea. Cada año, el 23 de junio, allí se celebra una fiesta popular tradicional en honor a la fertilidad de la tierra agrícola.
Esta celebración simbólica es una antigua costumbre celta. En Altea, consiste en llevar un largo álamo desde el pueblo vecino de Benilloba hasta la parte alta del casco antiguo de Altea. Con el calor del verano, todo se vuelve muy carnavalesco: bebidas, ruido y camisetas desgarradas. Una vez que el tronco llega al casco antiguo, se coloca en un agujero y empieza la escalada. El objetivo es colgar lo más alto posible las camisetas rotas. Y para hacerlo aún más difícil, desde los balcones lanzan agua a los escaladores.
Cuando llegó mi turno de conquistar el álamo, subí temblando. “No mires hacia abajo”, me repetía constantemente. Después de mucho esfuerzo llegué arriba. Asustado, pero feliz de haberlo logrado. Cuando finalmente bajé, me asusté: tenía sarpullido por todo el cuerpo. Pensé que era por el sudor del miedo. Pero al final resultó que… también soy alérgico a los álamos. Espero que mi próxima misión de revoloteo sea un poco menos desafiante.