El origen exacto de las corridas de toros en España es un misterio incluso para los historiadores. Abundan las teorías contradictorias. Una opinión común es que probablemente, al menos en España, se remonta a la dominación romana como una forma de “espectáculo”. Al fin y al cabo, el Imperio Romano era conocido por su cruel entretenimiento en el que gladiadores y animales luchaban a vida o muerte.
Al principio fue un “deporte” para los aristócratas, que combatían a los toros montados a caballo. Más tarde, se introdujeron las corridas en su forma actual con capa y espada. La tendencia en cuanto a la opinión de los españoles sobre la tauromaquia es innegable: el número de opositores crece de forma constante.
Las frías cifras hablan por sí solas. De las aproximadamente 1.700 plazas en el país, cada vez más se cierran para siempre. El número de corridas anuales se ha reducido a menos de la mitad en los últimos 15 años. Cada vez más regiones han decretado incluso una prohibición total. En particular, la generación más joven se opone en mayor número a este entretenimiento popular calificado de cruel.
Aun así, la tauromaquia sigue teniendo un apoyo considerable. Un estudio reciente mostró que 8 de los 48 millones de españoles mantienen un interés duradero en este fenómeno controvertido. También siguen prosperando las escuelas especiales que enseñan a torear. Especialmente en Andalucía, la popularidad apenas se ha visto afectada.
Como tantas veces, también entran en juego consideraciones políticas. Más allá del lógico debate sobre la crueldad hacia los animales, ciertos grupos tienen otras razones para estar a favor o en contra. Por ejemplo, el partido de extrema derecha Vox se declara favorable, ya que según sus políticos la “fiesta” sería sinónimo de ser español. Exactamente el mismo argumento es utilizado por muchos catalanes que buscan la independencia, pero en su caso para posicionarse radicalmente en contra.
Aunque parece probable que la tauromaquia haya vivido sus mejores tiempos, eso no significa que lo mismo ocurra con las plazas. Estos estadios de arquitectura tan característica no desaparecerán fácilmente del paisaje urbano. En lugares como Benidorm, Barcelona y Santa Cruz de Tenerife, las plazas se han reconvertido en complejos culturales, centros comerciales o apartamentos. Otras ciudades consideran que estas construcciones son tan importantes para la identidad urbana como las catedrales o los antiguos ayuntamientos.
Una nota macabra a este relato es un suceso ocurrido en 1940. Heinrich Himmler, el “arquitecto” del exterminio de millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial, asistió ese año a una corrida de toros en España. Quedó tan horrorizado por el cruel espectáculo que casi se desmayó. Difícil de imaginar en un hombre que fue él mismo tan extremadamente cruel.