Las provincias de Murcia y Valencia tienen mucho en común. El turismo y el sector agrícola son importantes fuentes de ingresos para ambas zonas. Además, hay muchas similitudes con el pasado, porque a lo largo de los siglos griegos, fenicios, romanos y árabes dejaron su huella en ambas zonas costeras. Edificios, ruinas, fiestas, castillos, técnicas de riego, acueductos y mucho más aún dan testimonio de ello.
Por tanto, a primera vista puede parecer extraño que el desarrollo del mundo culinario y agrícola en las dos provincias haya tomado direcciones completamente diferentes.
En términos generales, Murcia puede considerarse una historia de éxito, porque utiliza el método probado de modernización sin renunciar a la diversidad. Por otro lado, Valencia se aferró (demasiado) tiempo a un monocultivo de cítricos en gran parte de la provincia. Con todas sus consecuencias: sobreproducción y caída de precios.
Los tiempos están cambiando. Valencia ha ido aprendiendo poco a poco del modelo murciano. El cambio hacia una mayor diversidad está en marcha. En la huerta se ha iniciado la plantación de ciruelos, albaricoques y cerezas. Se cultivan flores cortadas y plantas ornamentales e incluso se regresa al cultivo tradicional de hortalizas.
La pregunta, por supuesto, es: ¿qué hace que la fórmula murciana sea un éxito a largo plazo? La respuesta es tan simple como obvia. A lo largo de los siglos, Murcia ha respondido bien a los cambios introducidos por las culturas y gobernantes comerciales.
El paso 1 de la historia de éxito comienza antes de nuestra era, cuando los griegos y fenicios fundaron asentamientos comerciales y los productos de Murcia se exportaban desde Cartagena (entonces el puerto más activo del Mediterráneo).
Bajo el dominio romano, la atención se centró en la pesca y la agricultura. La población local supo aprovechar la triple división climática de la zona. Las aguas cálidas proporcionaron los ingredientes para la popular salsa de hierbas garam, que se exportó a todos los rincones del Imperio Romano. Las tierras fértiles a lo largo del Río Segura eran aptas para los olivares y el árido interior inició la producción de vino.
Los árabes, a su vez, ayudaron a Murcia con un sistema de riego que transformó las regiones áridas en prósperas zonas hortícolas.
Gracias a métodos de riego cada vez más sofisticados, los agricultores ahora pueden cosechar hasta cuatro veces al año. Estos cambian con frecuencia y se adaptan a lo que requiere el mercado.
Desde la primera fábrica de conservas en el Río Grande en 1886, esta rama de la industria ha crecido explosivamente. Hoy en día existen en Murcia unas 75 empresas que se dedican a la conservación de frutas y hortalizas. Gracias a los canales de venta creados por el sector agrícola, las pequeñas empresas familiares también se benefician de rendimientos muy superiores a la media nacional.